miércoles, 25 de agosto de 2010

El Jardin del Deleite

Recuerdo, que lo primero que atrajo mi atención, fue tu voz, dulce y melodiosa, flotando a través del bosque, a través de los árboles, sobre el rumor del viento, sobre el rumor del manantial...
Y luego te vi. Estabas bailando, cantando y riendo, y estabas desnuda. Y tus pies suaves y tiernos acariciaban la hierba, y todo tu cuerpo, grácil y hermoso quemaba mi corazón...
Te observé atentamente, y el tiempo pasó mansamente, sin prisa, sin apuros. Deleitándome con tu sola presencia, con tu gracia, con el mundo que me regalabas. Y en ese preciso instante, te amé.
No sé como me animé a acercarme a ti, a olvidar mi fealdad, a atreverme a tocarte con mi temblorosa garra y pedirte que bailaras conmigo...
Fue en ese momento tan hermoso, bajo la luz de la luna, que te conté de mis sueños, mis esperanzas y mis miedos, y casi instantáneamente, una estrella fugaz sonrió sobre nosotros regalándonos su alegría.
Y todo fue hermoso y único. Un océano de hadas y ninfas nos regaló un gran banquete, y tu voz retumbaba en mis oídos como una hermosa melodía partiendo mi cuerpo en dos. Reímos y cantamos, y la noche fue una gran fiesta. La magia del amor, se derramó sobre la tierra, como el fino rocío del verano lo hace sobre las rosas, y supe lo que era ser feliz. Y el jardín fue un deleite de plenitud y de paz.
Un poco más tarde nos quedamos solos, y tus ojos brillaron de una manera especial, mucho más fuerte que el fulgor de los astros y el de los hielos eternos del polo norte. Entonces te besé...
Y ese fue un beso que atronó como una campana, retumbando en todo el universo, estremeciendo a los mismísimos ángeles, asustando a cabales demonios, provocando miles de misterios. Y de esa manera, como en el más logrado y festejado cuento de hadas, el milagro llegó a nosotros...
Tu cuerpo comenzó a cambiar, el pelo creció por toda tu piel y te cubrió plenamente, unos gruesos colmillos crecieron entre duros labios, y tus ojos verdes se tornaron feroces e intimidantes. Mi corazón rebozó de alegría, y sentí que por fin, mis plegarias habían sido escuchadas. Mi sueño más añorado se había realizado, y después de tantos años de espera, supe que nunca más habría de estar solo en el mundo.
Ya nunca más tendría que soportar tanta soledad, odio y sufrimiento, finalmente, y cuando creía que jamás la encontraría, supe que la había hallado, ella era mi bella bestia... Y lo demás no importaba…


El jardín del deleite (publicado en Juntacuentos, Ed. Dunken 2006)

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