La noticia se filtró en los
medios: el último café tenía olor a chivo y el murmullo de los grillos se
derramaba por las calles.
El psiquiatra se escondió
en los helicópteros y los tentáculos principales sintieron el retroceso de los
pulmones.
La púa de la guitarra
vomitó un patrullero y el ídolo cosido al cuello comenzó a parecerse a su
mascota de ensueño.
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