Novelas pulp
españolas
Libros pequeños, de tapas atractivas
en los que hermosas señoritas eran atacadas por seres temibles y un héroe iba a
su rescate. Fantasía y emoción a precios populares.
Los
antecedentes
La llamada literatura Pulp tiene
su origen en EEUU, en un momento de plena depresión económica a mediados de
1920. Su nombre deriva de pulpa-celulosa,
con que se hacía un papel rústico, amarillento
y barato, que permitía hacer novelas de tapa blanda a muy bajo costo.
Bajo estas condiciones, el público ávido de entretenimiento y fantasía,
consumía este tipo de publicaciones, entre las que se destacaban los
policiales, los de suspenso, los de fantasía heroica y los de ciencia ficción.
A través de las décadas, este tipo de literatura fue llegando a los
países cercanos, y luego mediante sus correspondientes traducciones, a España,
a Sudamérica y el resto del mundo.
Los bolsilibros
Hasta
mediados de los años 60, el mercado hispano hablante se mantenía leyendo las
traducciones de Tarzán, Ellery Queen, The shadow y tantos otros, hasta que de
la mano de la editorial Bruguera, y un par más que la siguieron, se comenzaron
a editar colecciones escritas por autores españoles, pero firmadas con seudónimos,
tales como Curtis Garland, Marcus Sidereo, Clark Carrados, Joseph Berna y
otros, a los que debemos mencionar también la colección de Estefanía, y por
supuesto la clásica Corín Tellado.
Las novelas, a pesar de no tener una gran calidad literaria (según los
críticos especializados), eran entretenidas y apuntaban a un público
adolescente que deseaba entretenimiento, y luego fueron derivando hacia un
público más adulto.
Las colecciones
A través de unas cien páginas, aproximadamente, las aventuras nos
llevaban a través del viejo oeste, el espacio sideral, policiales duros,
mansiones embrujadas, castillos tétricos o criptas siniestras. De carácter
semanal o quincenal, las mismas trataban de villanos, alienígenas muy malos,
héroes dispuestos a dar golpes a diestra y siniestra, y heroínas de cintura de
avispa y labios seductores.
Cabe destacar que las tapas eran pequeñas obras de arte, ilustradas por Alberto
Pujolar, Miguel García, Antonio Bernal o Salvador Fabá, que muchas veces eran más
atractivas que los propios relatos.
Las colecciones más populares fueron Selección
Terror que se publicó entre 1973 y 1985, y la otra fue La Conquista del Espacio, entre 1953 y 1972.
Además de Bruguera, hubo otras tres editoriales que se unieron en esas
temáticas, que fueron la Editorial Andina, que publicó la serie Galaxia 2001 entre 1975 y 1985, y
La Editorial Valenciana que se mantuvo con Luchadores
del Espacio desde 1974 a 1978.
La Editorial Ceres publicó Héroes
del Espacio entre 1980 y 1985,
donde el público en general ya empezaba a darle la espalda a este tipo de
publicaciones, tal vez por el auge del cine de ciencia ficción de esos años
donde los efectos comenzaban a mejorar, y después por el auge de los videos en
alquiler que comenzaba a asomar las narices.
Lamentablemente no hay un registro específico respecto a las colecciones
y a los autores, en muchos casos la información es variable respecto a los
sitios en los que es recopilada. Pero de todas maneras se siguen viendo varios ejemplares
en las librerías de usados o a través de la web.
Conclusión
Como he mencionado antes, este tipo de bolsilibros, novelas de a un
duro, o un peso que eran lo que salían en mi juventud, no son precisos ejemplos
de una gran literatura, pero en los años en que no existía Internet (los e-books,
los films on-line), o las
películas y dibujos de animación que hoy tenemos gracias al cable que llega a
nuestros hogares, llenaban el espacio vacío que teníamos y nos regalaban
extrañas aventuras en mundos lejanos o sitios muy extraños.
Desde este humilde articulo rindo homenaje a esas viejas novelitas que
entraban en el bolsillo de un saco, por lo que recuerdo títulos como: Amada bruja mía, El reino de los infiernos, Demasiadas
curvas para mí, Rubia platino: stop,
Un beso para un cadáver, Un ataúd negro como mi suerte, y tantos
otros que seguramente en algún cajón perdido o de un estante de librería deben
sonreír.
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