lunes, 14 de octubre de 2019

Bolsilibros


Novelas pulp españolas

Libros pequeños, de tapas atractivas en los que hermosas señoritas eran atacadas por seres temibles y un héroe iba a su rescate. Fantasía y emoción a precios populares.
      
  

Los antecedentes
   La llamada literatura Pulp tiene su origen en EEUU, en un momento de plena depresión económica a mediados de 1920. Su nombre deriva de pulpa-celulosa, con que se hacía un papel rústico, amarillento  y barato, que permitía hacer novelas de tapa blanda a muy bajo costo. Bajo estas condiciones, el público ávido de entretenimiento y fantasía, consumía este tipo de publicaciones, entre las que se destacaban los policiales, los de suspenso, los de fantasía heroica y los de ciencia ficción.  
   A través de las décadas, este tipo de literatura fue llegando a los países cercanos, y luego mediante sus correspondientes traducciones, a España, a Sudamérica y el resto del mundo. 


   Los bolsilibros
  Hasta mediados de los años 60, el mercado hispano hablante se mantenía leyendo las traducciones de Tarzán, Ellery Queen, The shadow y tantos otros, hasta que de la mano de la editorial Bruguera, y un par más que la siguieron, se comenzaron a editar colecciones escritas por autores españoles, pero firmadas con seudónimos, tales como Curtis Garland, Marcus Sidereo, Clark Carrados, Joseph Berna y otros, a los que debemos mencionar también la colección de Estefanía, y por supuesto la clásica Corín Tellado.
   Las novelas, a pesar de no tener una gran calidad literaria (según los críticos especializados), eran entretenidas y apuntaban a un público adolescente que deseaba entretenimiento, y luego fueron derivando hacia un público más adulto.


   Las colecciones
   A través de unas cien páginas, aproximadamente, las aventuras nos llevaban a través del viejo oeste, el espacio sideral, policiales duros, mansiones embrujadas, castillos tétricos o criptas siniestras. De carácter semanal o quincenal, las mismas trataban de villanos, alienígenas muy malos, héroes dispuestos a dar golpes a diestra y siniestra, y heroínas de cintura de avispa y labios seductores.
   Cabe destacar que las tapas eran pequeñas obras de arte, ilustradas por Alberto Pujolar, Miguel García, Antonio Bernal o Salvador Fabá, que muchas veces eran más atractivas que los propios relatos.
   Las colecciones más populares fueron Selección Terror que se publicó entre 1973 y 1985, y la otra fue La Conquista del Espacio, entre 1953 y 1972.  
   Además de Bruguera, hubo otras tres editoriales que se unieron en esas temáticas, que fueron la Editorial Andina, que publicó la serie Galaxia 2001 entre 1975 y 1985, y La Editorial Valenciana que se mantuvo con Luchadores del Espacio desde 1974 a 1978.
   La Editorial Ceres publicó Héroes del Espacio entre 1980 y 1985, donde el público en general ya empezaba a darle la espalda a este tipo de publicaciones, tal vez por el auge del cine de ciencia ficción de esos años donde los efectos comenzaban a mejorar, y después por el auge de los videos en alquiler que comenzaba a asomar las narices.
   Lamentablemente no hay un registro específico respecto a las colecciones y a los autores, en muchos casos la información es variable respecto a los sitios en los que es recopilada. Pero de todas maneras se siguen viendo varios ejemplares en las librerías de usados o a través de la web.
 





   Conclusión
   Como he mencionado antes, este tipo de bolsilibros, novelas de a un duro, o un peso que eran lo que salían en mi juventud, no son precisos ejemplos de una gran literatura, pero en los años en que no existía Internet (los e-books, los films on-line), o las películas y dibujos de animación que hoy tenemos gracias al cable que llega a nuestros hogares, llenaban el espacio vacío que teníamos y nos regalaban extrañas aventuras en mundos lejanos o sitios muy extraños.
   Desde este humilde articulo rindo homenaje a esas viejas novelitas que entraban en el bolsillo de un saco, por lo que recuerdo títulos como: Amada bruja mía, El reino de los infiernos, Demasiadas curvas para mí, Rubia platino: stop, Un beso para un cadáver, Un ataúd negro como mi suerte, y tantos otros que seguramente en algún cajón perdido o de un estante de librería deben sonreír.









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