Los personajes llegan de a uno, o de a
pares. La chica de los gatos negros entra primero, seguida por sus
felinos, que se disuelven al tocar la alfombra del vestíbulo. La Momia del
atardecer se detiene ante un espejo manchado y observa su rostro de tela
que nunca cambia. La Reina desmemoriada se sienta en un sillón tapizado
con nombres que no son suyos.
El carrousel de los milagros gira a
lo lejos, visible desde cada ventana, aunque todos saben que está en otro
lugar. Es parte del misterio. El hotel lo permite.
El Chico de los relojes se detiene en
el centro del salón principal. En la pared hay un enorme reloj sin números, sin
manecillas, sin tic-tac. Solo una frase escrita en el borde:
“Aquí no pasa el tiempo. Pero puede
quedarse a dormir.”
La Chica de los gatos susurra en voz
baja: —Ya lo habíamos olvidado.
Y entonces, la campana del guardián de los
volcanes suena por primera vez.
(Fragmento)


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